sábado, 12 de febrero de 2011

DON DAMIÁN: “SOLO PUEDO AGRADECERLE A DIOS SU GRACIA PONIÉNDOME ENTERAMENTE A SU SERVICIO”

Alguien que no conociera a Damián Iguacen y hablara con él por teléfono, no se le ocurriría pensar que este aragonés de nacimiento y canario de adopción cumple, este sábado, 12 de febrero, 95 años. Su voz suena jovial, clara y sin titubeos. Responde rápido a las preguntas pero de forma sosegada en la argumentación. No se va por las ramas. Sus palabras son certeras, van al meollo de las cuestiones, dejando entrever una capacidad de síntesis propia sólo de quienes tienen las ideas bien amuebladas. Y todo ello a falta de sólo 5 años para el siglo de vida.

Don Damián nació en el pueblo aragonés de Fuencalderas (Zaragoza), en España. Cursó estudios en el Seminario Conciliar de la Santa Cruz de Huesca. El 7 de junio de 1941 fue ordenado sacerdote, el 11 de octubre de 1970 consagrado obispo en la Catedral de Barbastro y el 14 de agosto de 1984 se convierte en prelado de la Diócesis de Tenerife, de la cual es actualmente obispo Emérito.

A su edad, Damián Iguacen, es uno de los obispos más longevos de la Iglesia Católica. Al preguntarle cómo se siente ante su próximo cumpleaños responde brevemente. “Es una gracia de Dios que no sé cómo agradecérsela más que poniéndome enteramente a su servicio”.

Los recuerdos perviven en la mente de monseñor Iguacen con una nitidez asombrosa. Es capaz de rememorar su vida deteniéndose en los detalles y conectando sus experiencias siempre a la luz de Cristo. Su ordenación como sacerdote es, sin lugar a dudas, uno de estos recuerdos grabados a fuego. “Después de mi bautismo, considero que ha sido el día más grande de mi vida. Que el Señor se fije en uno para ser ministro de su Evangelio te confiere otra entidad. Es algo muy grande.”

Recientemente, el prelado emérito ha reeditado dos pequeños comentarios sobre las advocaciones marianas de Santa María del Buen Humor y Nuestra Señora del Silencio. En ellos, el obispo emérito de la Diócesis Nivariense, hace hincapié, por un lado, en la importancia que tiene para el cristiano afrontar la vida sin acritud y, por otro lado, la necesidad de hacer silencio para encontrarse con uno mismo y con Dios. “Un cristiano no puede estar de mal humor, encarando todo desde el mal genio y desde el pesimismo porque Jesús dice: ‘Confiad hijos míos, yo he vencido al mundo.’ Por lo tanto, si ese mundo enemigo del Señor, del bien, de la justicia, está vencido, es que no tiene futuro. Este convencimiento es el que nos debería reportar el buen humor. No significa, sin embargo, que las cosas no nos importen, sino que ningún suceso es definitivo.”

En cuanto al silencio don Damián señala que este aspecto lo relacionamos habitualmente, de forma equivocada, con no hablar. “El silencio es saber hablar a su tiempo” –matiza. “Es importantísimo guardar silencio para hablar cuando se debe y sabiendo lo que se dice”.

En estos momentos, la Diócesis Nivariense se encuentra en fase de revisión del Plan Pastoral y estableciendo las bases que guiarán a nuestra Iglesia particular en los años venideros. Iguacen remarcó sobre este tema que lo más importante cuando se hace revisión y se marcan objetivos, es definir con claridad la situación actual para luego obrar con eficacia. “Hay que partir de la realidad, no de supuestos. Las preguntas fundamentales son: ¿Cómo está nuestro pueblo? ¿Qué problemas hay? ¿Cómo vamos a responder a esos retos?”

En otro orden de cosas, el obispo emérito quiso aprovechar la conversación telefónica para felicitar a los tres nuevos presbíteros que serán ordenados justo el día de su cumpleaños. “En los tiempos que vivimos, es todo un gozo días como este. No todas las diócesis de España pueden decir que van a ordenar sacerdotes. Por eso mi más sincera felicitación a los tres y una acción de gracias al Señor.” El prelado añadió que el mundo necesita urgentemente personas que entreguen su vida en plenitud a Cristo. “No hay que tener miedo. Hoy, como nunca, es imprescindible que hayan sacerdotes en la sociedad”.

Nos despedimos de Damián Iguacen recordándole que cada día que pasa está más cerca del siglo de vida. Se ríe y luego nos dice adiós con un requerimiento: “Haced el bien”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que suerte ha tenido esta Diócesis de tener entre nosotros a una persona como D. Damián. Cuanto hemos aprendido y seguimos aprendiendo : El silencio es saber hablar a su tiempo, Hay que partir de la realidad , no de supuestos, Ningún suceso es defenitivo.....NUNCA LE OLVIDAREMOS. FELICIDADES¡¡¡¡¡¡