viernes, 18 de marzo de 2011

ASÍ HABLABA SOBRE JAPÓN, EN 2002, LA MISIONERA LUISI GONZÁLEZ


Reproducimos el artículo de nuestra misionera que publicó la revista, Iglesia Nivariense, en noviembre de 2002: La foto es de la web de la Congregación
L
a primera vez que vi El Fiji me sentí realmente en casa. Ha sido grato descubrir que, tanto japoneses como canarios, “llevamos en el alma un volcán”, como dice la copla. Soy lagunera. Han pasado cinco años desde que aterricé en el aeropuerto de Narita en Tokyo. En esa misma ciudad viví los dos primeros años tratando de entrar en la desconocida cultura japonesa a través del estudio del idioma. En ese tiempo comencé a darme cuenta de los grandes contrastes que caracterizan a este pueblo, tan extremadamente conservador en sus tradiciones y tan hiperocupado a la vez en seguir avanzando técnicamente. Del Cristianismo se tiene sólo una vaga referencia, de hecho los cristianos no llegamos al uno por ciento en todo el país. Creemos firmemente que las semillas del Espíritu de Dios están esparcidas por estas tierras, y aquí estamos, unos cuantos, para ayudar a Jesús a hacerlas crecer. ¡Si alguien quiere apuntarse, el cupo es ilimitado!

Las Misioneras de Cristo Jesús en Japón nos dedicamos a diferentes tareas, según las necesidades de los lugares en que nos encontramos. Una buena parte de nuestras Hermanas realizan su misión a los inmigrantes, mayormente latinoamericanos y filipinos. Otras trabajan con pequeños grupos de católicos en diferentes parroquias. Algunas dedican su vida a acompañar a mujeres y hombres “sin techo”, que cuentan como uno de los grupos más marginados por la sociedad japonesa. Y otras a la Educación, uno de los campos más efectivos en cuanto a la evangelización se refiere. Es en él precisamente donde me encuentro yo desde hace tres años, en la provincia de Yamaguchi –tierra evangelizadora por San Francisco Javier- sirviendo de instrumento a Dios para que jóvenes de quince a dieciocho años aprendan... no sólo inglés...

Que este puente tendido entre El Fuji y El Teide les haya acercado un poco más a este país. Y que el fuego ardiente del Espíritu que nos habita llegue a explotar, a expandirse y a unir a toda La Tierra en un solo continente, sin frontera.

¡Un fuerte abrazo!

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