martes, 22 de noviembre de 2011

CONVOCADOS A EDIFICAR UNA IGLESIA DE ROSTRO JOVEN

Así se tituló la segunda conferencia de este martes en la Semana de Teología que organiza el ISTIC. Cuatro son los verbos que hay que tener presentes a la hora de considerar o trabajar en la pastoral del joven, indicó el ponente Roberto Calvo y que resumimos en este blog de comunicación del obispado.

Acoger: acogemos a los jóvenes en la cultura y contexto en el que viven, pero también los acogemos porque tenemos algo que comunicar. Proponer a Dios de modo significativo a los jóvenes sabiendo que ya Dios está en ellos. Así se ha de iniciar el diálogo evangelizador. Deberá tenerse en cuenta que la plenitud de la verdad sólo se alcanzará al final de la historia.

Comunicar en esa acogida la novedad del Dios cristiano: “el Dios cristiano es un Dios diferente” la fe cristiana es una propuesta distinta, “las religiones –semillas del verbo- tienen unos ritos y normas para que las personas lleguen a su Dios, la fe cristiana sigue una lógica inversa, Dios sale al encuentro del ser humano –historia de la salvación, de la alianza. Hay que intentar que se cree un ámbito para que ese joven pueda ser encontrado por Dios, ya que Dios busca al hombre.
En esta comunicación el signo distintivo es la alegría pascual, alegría que tiene que rebosar en nuestras vidas. El cristianismo tiene su origen en la experiencia pascual de los discípulos de Nazaret. Dios que nos llama por nuestro nombre nos invita a vivir una comprensión distinta de la vida que es la que tenemos que ofrecer a los jóvenes. Ayudarles a vivenciar que han sido amados antes de nacer, y que al pasar por los retos y dificultades de la vida, Dios está ahí.

Ofrecer el gozo del Dios amor. Desde esa experiencia tenemos que ofrecer ante todo el gozo de Dios que es amar. Debemos explicitar el nombre de Dios, anunciar explícitamente a Dios. Ello nos llevará a desbordar de gozo y alegría porque la historia de amor necesita ser contada. Y si nos sentimos insertos en esa historia no podemos callarlo. Esa historia de amor jamás contada arranca en nuestro Dios, que es amar. Desde ahí es ese Dios amar, que implica ofrecer una clave sugerente que enlaza muy bien con la Biblia y los jóvenes, desde la categoría del amor y la vida.
Desde ahí ofertamos el evangelio con unas actitudes básicas:
1) No exponemos un mensaje propio, sino una historia a la que se nos ha invitado y que queremos compartir.
2) Hay que hacerlo con parresía, con energía, vitalidad, convencimiento
3) Hay que subordinarnos primero a la Palabra que hacemos vida: lo que hemos visto y oído”
4) El anuncio del Dios cristiano tiene que realizarse en la comunión eclesial.

Proponer a Dios significativamente. Cómo acceder a este Dios. Dos caminos que han de ir complementariamente. 1. La educación en símbolos 2. La narración de esta historia de amor.
Hay que captar los símbolos, recuperarlos porque toda nuestra fe y liturgia está centrada en grandes símbolos. Estos símbolos para que se comprendan bien necesitan ser narrados. Por ello la fe cristiana ahora está llamada a narrar la Historia de la Salvación desde ese estilo narrativo que va más allá del lenguaje performativo, de lo que se dice.

Cuando Jesús quería hablarnos del buen Dios lo hacía con las parábolas. Porque la parábola no es un cuento aunque se parece. Su núcleo fundamental es que nos presenta al Dios bueno, y cuando está bien contada, Jesús lo hace, hace que el oyente se implique.

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