miércoles, 25 de enero de 2012

REFLEXIONES BÍBLiCAS Y ORACIONES PARA EL ÚLTIMO DÍA DEL OCTAVARIO

Tema: Reunidos en el Reino de Cristo. Lecturas: 1 Cor 29, 10-13; Sal 21, 1-7; Ap 3, 19b-22; Jn 12, 23-26.

Comentario: Jesucristo es el primogénito de entre los muertos. Se humilló a sí mismo y fue exaltado. Cristo no acaparó, sino que compartió su reino y su exaltación con toda la humanidad. El himno de David, nacido de la alegría del rey y de su pueblo ante la construcción del templo, expresa la verdad de que todo llega por la gracia. Incluso un monarca terrenal puede ser una imagen del Reino de Dios, que tiene el poder de elevar todo y dar fuerza a todos.

El salmo real de acción de gracias continúa esta idea. La tradición cristiana también le da un sentido mesiánico: Cristo es el verdadero Rey, lleno de vida y bendición, presencia perfecta de Dios en medio de su pueblo. En cierto sentido esta imagen puede referirse también al pueblo. ¿No son los seres humanos la corona de la creación? ¿No quiere Dios hacernos «coherederos con su Hijo y miembros de su familia real»?

Las cartas en el libro del Apocalipsis a las siete Iglesias locales constituyen un mensaje dirigido a la Iglesia de todos los tiempos y lugares. Aquellos que acogen a Cristo en sus hogares serán invitados a compartir con Él el banquete de la vida eterna. La promesa de sentarse sobre los tronos, anunciada previamente a los Doce, ahora se extiende a todos los que han obtenido la victoria.

Allí donde estoy yo estará también mi servidor. Podemos vincular el ‘Yo estoy’ de Jesús al inefable nombre de Dios. El servidor de Jesús, a quien el Padre honra, estará donde el Señor está, sentado a la derecha del Padre para reinar.

Los cristianos somos conscientes que la unidad entre nosotros, aunque requiere esfuerzos humanos, es, sobre todo, un don de Dios. Consiste en compartir la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal que es causa de división. Nuestra participación en la victoria de Cristo alcanza su plenitud en los cielos. Nuestro testimonio común del Evangelio debe mostrar al mundo un Dios que no nos limita ni nos domina. Debemos anunciar de manera creíble, a la gente de nuestro tiempo y de nuestra época, que la victoria de Cristo supera todo lo que nos impide compartir la plenitud de la vida con Él y entre nosotros.

Oración: "Dios todopoderoso que gobiernas todas las cosas, enséñanos a contemplar el misterio de tu gloria. Haz que aceptemos tus dones con humildad y respetemos la dignidad de cada persona. Que tu Espíritu Santo nos fortalezca ante los combates espirituales que nos esperan, para que unidos en Cristo podamos reinar con Él en la gloria. Te lo pedimos por Él, que se humilló y ha sido exaltado, y que vive contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén".

Preguntas para la reflexión: 1. ¿De qué manera la falsa humildad y el deseo de la gloria terrenal se manifiestan en nuestras vidas? 2. ¿Cómo expresamos juntos nuestra fe en el Reino de Cristo? 3. ¿Cómo vivimos abiertamente nuestra esperanza en la venida del Reino de Dios?

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