sábado, 16 de junio de 2012

ALMAS Y CEREBROS

“Queridos oyentes de Cope: Quisiera evitar caer, a la hora de escribir la carta de esta semana, en el mismo recurso barato a la demagogia en el que cae el autor del artículo -premiado periodista del desaparecido Público- al que los alumnos de la PAU del distrito universitario se han tenido que enfrentar en la prueba general de Lengua y Literatura este miércoles pasado. Para él, España es cada vez más un país sin cerebro, pero a alma no le gana nadie. Porque, mientras los recortes económicos afectan a los proyectos de investigación y ocasionan una "fuga de cerebros" de la tierra patria, el alma del país, representada en los obispos y en la Iglesia, única institución que se libra de los recortes presupuestarios, es cada vez más grande y más potente. "Mientras para ciencia no hay dinero, los obispos siguen recibiendo el suyo...". 

Comparto la reclamación de inversión pública en educación y en investigación que debe garantizar la administración pública de un estado; porque sin personas que sepan pensar, que asuman el control de sus emociones y posean una alta estatura moral, poco podrá un país salir de crisis alguna. Pero esa reclamación no entra en contradicción con el incalculable beneficio, espiritual y social, que la Iglesia realiza al bien integral de esta España nuestra, cada vez con menos alma. 

Si alguien me propusiera vivir en un país de máximo cómputo cerebral y absoluto cientifismo, creo que me estaría invitando a habitar junto al chip de una calculadora. Calculadora tienen los sesudos cerebros financieros, pero ¿tienen alma? Calculadora los investigadores del entorno farmacéutico, pero ¿tienen alma? Yo quiero vivir en un país que use el cerebro, la racionalidad, el espíritu crítico, que venza la ceguera a la que el fanatismo religioso e ideológico aboca a tanto; pero no quiero vivir en un país sin alma, sin sensibilidad, sin compasión, sin capacidad de reinsertar al excluido o atento sólo al rédito, al beneficio y a la prima de riesgo. 

Quiero vivir en un país que tenga un alma tan grande, que integre sin rencor el hecho inaudito de que a los jóvenes que se sientan por primera vez en un pupitre universitario se les ofrezca un artículo tan tendencioso e ideológico, como demagógico y simplista. Esa alma grande quiero para mi España. 

Cerebros, sí claro, mucho cerebro; pero alma también, que no me gusta el olor rancio plástico de las calculadoras. Como siempre, con afecto, un amigo” (Juan Pedro Rivero para el programa de radio “El Espejo”).

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