miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA FE ES NECESARIO CULTIVARLA


El domingo pasado, en la celebración diocesana que clausuraba el Año de la fe, el obispo, Bernardo Álvarez, entregaba a todos los fieles una reflexión titulada "la fe es necesario cultivarla". La reproducimos íntegra en este blog de comunicación para que llegue a cuantos nos leen. 



  1. Con la asidua lectura y meditación de la Palabra de Dios (La Biblia)
  2. Con la vida litúrgica y la oración comunitaria: misa dominical, vivencia de los tiempos litúrgicos, exposición del Santísimo, rezo del Santo Rosario…
  3. Con la oración personal silenciosa. Incluso la oración hipotética como hicieron muchos incrédulos que luego fueron grandes creyentes; “Señor, si existes, que yo te conozca, que yo ten encuentre”. Incluso la oración protesta: “¿Señor porque me pasa esto?” o ¿Por qué permites tantas desgracias?
  4.  Con el estudio humilde, teológico o catequético, de los contenidos de nuestra fe: el credo, los mandamientos, los sacramentos. Para ello contamos con el Catecismo de la Iglesia Católica que es un verdadero medio de apoyo a la fe.
  5. Con la conversión del corazón. El pecado, permanecer en la desobediencia a Dios, es lo que mata la fe. Es necesaria una auténtica y renovada conversión al Señor.
  6. Viviendo los contenidos de la fe, los mandamientos que tenemos que “aprender y guardar”. No basta conocer y valorar la palabra de Dios, hay que ponerla en práctica, porque la fe sin obras está muerta. En esto sabemos que creemos de verdad: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él… Quien dice que cree en él, debe vivir como vivió él (1Jn. 3-4).
7.      Intensificando el testimonio de la caridad en el ejercicio de las obras de misericordia. Porque la fe, si no tengo amor, de nada me sirve, dice San Pablo.
“La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida” (Benedicto XVI. Porta Fidei, 14).
  1. Compartiendo nuestras experiencias fe con otros hermanos (todos somos testigos de la fe unos de los otros).
  2. Comunicando la propia experiencia de fe a otras personas, conocidos nuestros, que son poco o nada creyentes. Para ello debemos apoyarnos en la amistad que nos une y en el diálogo sincero de quien comparte con otro algo personal. Sin olvidar que Cristo atrae hacia sí a todos los hombres y mujeres del mundo
  3. Actuando en todo momento y circunstancia con criterios de fe, es decir guiados por la Palabra de Dios, no por criterios humanos y diciendo siempre: “creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe”.

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