domingo, 17 de noviembre de 2013

LA IGLESIA ESTÁ CON TODOS, AL SERVICIO DE TODOS

Este domingo, 17 de noviembre, celebramos el “Día de la Iglesia Diocesana” bajo el lema “La Iglesia está con todos, al servicio de todos”. Se trata de una jornada anual para reavivar nuestra conciencia de que todos los católicos, por la fe y el bautismo, formamos la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia. Todos los fieles católicos, de cualquier lugar del mundo donde se encuentren, pertenecen a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, que está extendida por toda la Tierra y gobernada por el que es Vicario de Cristo y la Cabeza visible de la Iglesia Universal, en nuestro tiempo el Papa Francisco. Al mismo tiempo, dentro del conjunto de la Iglesia Universal, están las diócesis que son “una porción” del pueblo de Dios que se encomienda al Obispo para que cuide de los fieles a él encomendados, siempre en unión con el Papa y con todos los obispos que están en comunión con él.

“La Iglesia está con todos, al servicio de todos”. La Iglesia no existe para sí misma, ni sólo para cuidar a quienes ya formamos parte de ella, sino para servir a todos los hombres ofreciéndoles la salvación que nos trae Jesucristo, una salvación integral que abarca a todas las personas y a “toda la persona”.



La misión de la Iglesia abarca toda la realidad humana. Aunque, como repite constantemente el Papa Francisco, la Iglesia no es una organización asistencial o una ONG piadosa, ni una gestora de servicios sociales, al estilo de las agencias de la ONU, sin embargo, la misión de la Iglesia es plenamente humana: “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo…” (Gaudium et spes, 1).

“La Iglesia está con todos, al servicio de todos”, incluso de quienes no pertenecen a ella. Esto, como nos recuerda el Papa Francisco, no lo hace la Iglesia por "proselitismo”, sino que es el testimonio de amor que brota de quienes han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir, con obras y palabras, el mensaje de salvación que el Señor les ha dado, ofreciéndolo gratuitamente, a fondo perdido, sin exigir contraprestación alguna. Por eso, y como expresión de amor desinteresado, “donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y de lugar, la misión de la Iglesia implica, también, la creación de obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como son, por ejemplo, las obras de misericordia u otras semejantes” (Gaudium et spes, 42).

De todo esto tenemos abundantes testimonios en la Iglesia, aquí en nuestra Diócesis Nivariense y en todas las diócesis del mundo: los servicios de Cáritas, la labor social y asistencial de los religiosos y religiosas (asilos y casas de acogida para ancianos, los centros de día, las casas de atención a discapacitados…), la tarea educativa de los colegios religiosos y escuelas católicas, la atención a los enfermos en los hospitales y en sus casas. Realidades, detrás de las cuales está la colaboración constante de miles de fieles católicos, a los que no podemos menos que reconocer y agradecer su generosidad, al tiempo que les animamos a perseverar en este servicio e invitamos a todos a sumarse en el apoyo a todas las obras socio-caritativas de la Iglesia.


Toda la activad de la Iglesia Diocesana, con el trabajo y la colaboración responsable de miles de personas, a través de las más de trescientas parroquias y otras instituciones de apostolado y socio-caritativas, son una evidencia palpable de que “la Iglesia está con todos, al servicio de todos”. Pero, no lo olvidemos, la vida de la Iglesia depende siempre—y hoy más que nunca—de que los fieles cumplan con su deber de “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”. Al celebrar un año más el Día de la Iglesia Diocesana, y cuando es necesario avanzar hacia la autofinanciación, digo a todos y cada uno de los que se sienten católicos: tú eres miembro de la Iglesia y debes colaborar responsablemente en su sostenimiento económico. Cada cristiano, según su capacidad y posibilidades, debe participar activamente en la vida y misión de la Iglesia. Tu aportación es como una semilla que, unida a la de otros, crecerá y dará una cosecha abundante al servicio de todos. Ayuda a la Iglesia y ganamos todos.


† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariense

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